La luz está compuesta de ondas electromagnéticas, y gran parte de estas ondas no son visibles al ojo humano. A la derecha del espectro, más allá del rojo, existe una gama de frecuencias que no da luz pero sí calor, y que fueron descubiertas por Herschel allá por 1.800. Estas ondas forman la radiación infrarroja, y desde entonces se han desarrollado multitud de aplicaciones para aprovechar sus propiedades:
Propiedades medicinales: la luz infrarroja se usa en multitud de procesos de fisioterapia y terapias contra el dolor, para tratar bebés prematuros, y en tratamientos de belleza antienvejecimiento.
Equipos para favorecer el crecimiento tanto en animales (se usa en incubadoras de aves y en la cría de ganado) como en plantas, aportando calor a determinados cultivos durante la germinación.
Sistemas de calefacción: En los últimos años se han desarrollado equipos y sistemas que aprovechan capacidad de algunos materiales para emitir radiación infrarroja con el objeto de proporcionar calor. Al calentar por radiación y no por conducción, el calor producido tiene unas ventajas que sitúan a la calefacción por infrarrojos cabeza del mercado en cuanto a rendimiento y eficacia:
- Calor instantáneo, ya que se produce al penetrar las ondas en la piel desde el primer contacto.
- Mínimas pérdidas por corrientes de aire, que lo hacen perfecto para espacios ventilados (como espacios públicos durante la crisis sanitaria que vivimos ahora) o incluso espacios al aire libre.
- Ahorro tanto en potencia instalada como en consumo, porque sólo tendremos que calentar los objetos que están dentro del radio de acción del emisor, y no el aire que lo circunda.
- 100% seguro, sin emisiones gaseosas, sonoras o luminosas